Cuando se estudia y evalúa una figura histórica, siempre es conveniente, hasta cierto punto, analizar las ideas que conforman su pensamiento de una forma separada, caso por caso, a fin de poder afirmar qué partes de su pensamiento son correctas (o, al menos, lo eran) y cuales carecen, en cierta medida, de fundamento.
En este caso, nos ocuparemos de la polémica figura
de Karl Marx. En su vasta producción intelectual, que abarca varias ramas
científicas, nos centraremos solamente en dos aspectos de su pensamiento. En
concreto, su teoría de la historia y su idea del ciclo económico. Un error y un
acierto, respectivamente, como pretendemos demostrar aquí.
Marx, quizás como consecuencia de una fuerte
influencia hegeliana, creía en unas leyes de desarrollo históricas, por las que
se regían las sociedades. Así, es bien conocida su previsión de que a un
sistema feudal, le seguiría el capitalista. Y, después de éste y como
consecuencia de la pauperización del proletariado y la concentración de la
clase capitalista, se llegaría a un estado socialista, como mera transición
hacia el estado social definitivo: el comunista. En especial, cabe destacar que
según Marx se trataba de leyes que determinaban el destino.
Así, el grave error de Marx fue establecer estas
leyes de desarrollo escritas en piedra, sin querer ver o contemplar otras
posibilidades sobre el futuro de las sociedades. De esta forma, no pudo (o no quiso) ver el grandísimo potencial que tenía la naciente socialdemocracia, a la que
criticó en su Crítica del programa de
Gotha (1875). Es, precisamente, esa socialdemocracia reformista, no
revolucionaria, la que ha contribuido más al bienestar de la sociedad, si
juzgamos los logros de los seguidores de una y otra ideología.
Otra grave consecuencia de esta misma idea es que
contribuyó, cierto es que por vía de sus discípulos intelectuales, a, no solo
justificar, sino promover la acción violenta contra todos aquellos que se negaran
a ir en la dirección de las “leyes de la historia”. Desde el momento en que se
pretende tener, no ya la verdad sobre ciertos fenómenos actuales, sino también
la verdad de cómo será la sociedad futura, es casi irremediable justificar la
violencia contra los opositores del progreso.
Hasta aquí, la idea errónea. Veamos ahora cuál es el
acierto.
Los economistas clásicos por lo general estaban preocupados por el largo plazo, esto es, cómo generar riqueza para la sociedad. Sin embargo, Marx fue un paso más allá y analizó, quizás por primera vez, la teoría del ciclo económico. Según esta visión, las fluctuaciones del ejército industrial de reserva (una medida similar al paro actual), discurrían como consecuencia de la demanda por las empresas. Cuando éstas demandaran más mano de obra, el poder de negociación de los trabajadores aumentaría llevando a unos mayores salarios reales. Así, se llegaba a un punto en el que los costes de producción de las empresas (los salarios reales) eran tan elevados, que éstas decidirían sustituir trabajo humano por maquinaría. Llegados a este punto, el ejército industrial de reserva volvería a aumentar, disminuyendo el poder de negociación de los trabajadores causando una bajada en los salarios reales. Cuando el nivel de estos salarios hubiese disminuido lo suficiente, las empresas volverían a demandar una mayor mano de obra, situándonos otra vez en la primera fase de expansión del ciclo.
Se trata de una teoría sencilla, pero de graves implicaciones para la política económica, como el riesgo que se corre al querer elevar excesivamente los salarios.
En conclusión, dentro de la enorme obra de Karl Marx podemos encontrar errores de tan graves consecuencias como su teoría de la historia, y aciertos (aunque sea solamente en el punto de vista) como su interés por querer analizar las fluctuaciones económicas.
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