No hay dos crisis económicas que sean iguales. En este artículo veremos, sin entrar en excesivos detalles, algunas de las principales diferencias que podemos encontrar entre la actual crisis económica causada por la pandemia del Covid-19 y la anterior crisis más cercana en el tiempo, la de la burbuja inmobiliaria de 2007/08. Más a delante, este breve análisis nos será de utilidad para tener algunas perspectivas sobre cómo será la recuperación económica de la actual crisis.
La crisis inmobiliaria de 2007/08
En pocas palabras, podríamos decir que la crisis del 2007/08 fue una crisis de desproporciones en la estructura productiva española. Durante casi una década, la economía española se desarrolló de una manera insostenible, en el medio y largo plazo, como consecuencia de la entrada masiva de dinero barato proveniente del Banco Central Europeo. Este aumento notable del crédito permitió al sector inmobiliario aumentar desproporcionadamente su tamaño en relación con la dimensión de la economía.
Sin embargo, una vez se cerró el grifo de ese crédito barato, el sector inmobiliario empezó a tener serias dificultades para colocar ese gran stock de viviendas que se había construido durante el periodo de la burbuja. Estas dificultades para encontrar compradores se tradujo en una fuerte bajada del precio de la vivienda que, a su vez, significaba que muchos de los puestos de trabajo en este sector habían dejado de ser "útiles" para el nuevo estado de la economía española. Como se muestra en el Gráfico 1, a partir de 2008 la cantidad de ocupados en el sector de la construcción en relación con el tamaño total de la economía inició una marcada caída que no se frenaría hasta el año 2013.
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Gráfico 1: Evolución de la ocupación relativa en el sector de la construcción 2008-2015. (Fuente: INE) |
Durante este periodo de tiempo, la economía española se reestructuraría para dar respuesta a las nuevas demandas de la sociedad, ahora no distorsionadas por una burbuja inmobiliaria. Por supuesto, tal proceso de reestructuración no puede llevarse a cabo de la noche a la mañana. Requiere tiempo, y más tiempo cuanto más rígida sea una economía.
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Gráfico 2: Evolución del PIB anual español para el periodo 2004-2016. Elaboración propia a partir de datosmacro. |
Si consideramos que una economía se ha recuperado plenamente de una crisis económica cuando su PIB se encuentra en el nivel pre-crisis (aunque se podrían establecer otros muchos criterios), podremos ver cómo, para el caso español, fueron necesarios hasta ocho largos años para conseguir ese anterior nivel de riqueza (véase Gráfico 2). En este punto es necesario señalar que, después del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 y 2008, hubo además la crisis de deuda soberana en 2012 que volvió a golpear con fuerza a la economía española. Sin embargo, a los pocos años (2014-2016) España experimentó un fuerte crecimiento económico que permitió recuperar el nivel de PIB previo al de la crisis. (Si bien es cierto que el nivel de empleo pre-crisis estaba lejos de alcanzarse, es razonable pensar que la única forma de conseguir esos bajos niveles de desempleo, bajo el actual marco regulatorio del mercado laboral, sería con la estimulación de una burbuja en algún sector de la economía.)
Todo esto en lo que respecta a la crisis inmobiliaria del 2007/08. La crisis causada por la pandemia tiene poco que ver.
La crisis económica derivada de la pandemia del Covid-19
La crisis económica derivada de la pandemia del Covid-19 es una crisis bastante atípica. La gravedad de la enfermedad (quizás más a causa de su gran transmisibilidad, y no tanto por su letalidad) hizo que muchos gobiernos optaran por medidas de distanciamiento social, siendo el confinamiento residencial la medida más paradigmática en este sentido. Es importante resaltar que, aunque los Estados no hubiesen impuesto ninguna de estas restricciones, muy probablemente los ciudadanos, y sobre todo aquellos que pudieran haberse visto más afectados por la enfermedad, hubieran decidido reducir sus propias interacciones sociales (esto, por ejemplo, es lo que se pudo ver en el caso de Suecia).
Todas estas medidas, encaminadas a evitar la transmisión del virus, provocaron una marcada disminución de las transacciones económicas: (1) por una parte, gran parte de los ciudadanos no podían salir de sus casa para consumir, lo que provocaba una caída en la demanda; mientras que (2) para ciertos sectores (no esenciales) les fue muy difícil, sino imposible, el producir sus productos ya que sus trabajadores estaban igualmente recluidos en sus residencias, llevando a una caída en la oferta. Así pues, esta crisis significaba tanto una reducción de la demanda como de la oferta de un determinado país.
Probablemente la diferencia más notable entre estas dos crisis sea que, para el caso de la presente crisis pandémica, no sea necesaria una fuerte reestructuración de la economía española.
Aunque aún pueda ser demasiado pronto para emitir una previsión en este aspecto, es poco seguro que la mayoría de la población vaya a cambiar radicalmente sus hábitos de vida y, por tanto, su demanda de bienes y servicios, u oferta de trabajo. Naturalmente, es de esperar que ciertas capas de la población, las más adversas al riesgo, prefieran dejar de actuar como lo hacían en el periodo pre-pandémico. Este efecto psicológico de la pandemia, sin embargo, bien puede ir atenuándose a medida que se vayan descubriendo nuevas formas de combatir al virus, evitando así su relativamente alta letalidad. (Evidentemente, en este análisis, estamos suponiendo que no surgirán nuevas variantes que escapen a los efectos de las vacunas o medicamentos; una posibilidad que, desgraciadamente, no deberíamos olvidar.)
Así pues, esta comparación, bastante simplificada, nos ayuda a comprender por qué es muy probable que a la economía española le lleve menos tiempo recuperarse de esta crisis en comparación con la anterior de 2007/08. Esta crisis habrá sido mucho peor que la anterior en términos de contracción económica (-10,8% frente a -3,8%), pero no en términos de tiempo necesario para recuperar el nivel pre-crisis de PIB.
A pesar de todo lo dicho, y para terminar, tampoco deberíamos, en este punto, ser demasiado optimistas. Una fuerte recuperación económica no implica, necesariamente, un fuerte crecimiento económico. Hay nubarrones en el horizonte de la economía española que bien merecen nuestra atención.
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