Desde cierto feminismo actual se defiende la idea de que hombres y mujeres deberían estar representados en proporción 50-50 en cualquier puesto de trabajo. La razón última de ello, intuyo, sería que demográficamente ésa es la proporción de hombres y mujeres; sin embargo, debido al denominado patriarcado, se han ido inculcando una serie de roles a cada uno de los sexos que hace que no se dé tal proporción. Por tanto, una de las formas de actuar (ciertamente, no la única) sería la imposición de cuotas por dicha relación entre hombres y mujeres.
Ahora
bien, cabe añadir que este mismo feminismo entiende que las cuotas no deberían
de ser necesarias una vez llegado el punto en que se acabara con el citado
patriarcado, ya que para entonces hombres y mujeres habrían sido educados en
los mismos principios y se disfrutaría de mucha más igualdad (de resultados,
claro).
Este
análisis, bastante extendido, yerra en creer que las personas somos totalmente
maleables y obviar que, mal que nos pese, existe cierto determinismo que
condiciona nuestras vidas sin que podamos hacer mucho para cambiarlo.
Así
pues, supongamos que en un futuro el patriarcado ha sido desterrado de nuestra
sociedad y hombres y mujeres son educados en base a unos mismos principios,
tanto por la escuela como por los padres. Aunque nos encontremos en ese
“paraíso”, las leyes de la naturaleza seguirían condicionando el comportamiento
y las aptitudes de cada uno de nosotros y, a la hora de distinguir entre
hombres y mujeres, las hormonas juegan un papel de gran importancia.
De
acuerdo con ciertos estudios, el nivel de testosterona (hormona predominante en
los hombres) puede explicar algunos comportamientos en el ámbito empresarial
que se suelen dar más proporcionalmente en hombres que en mujeres. Por ejemplo,
y centrándonos en esta hormona en particular, altos niveles de testosterona
están relacionados con la tolerancia al riesgo, la creatividad y la capacidad
de embarcarse en nuevas aventuras empresariales; por otro lado, una gran
cantidad de esta hormona podría perjudicar aquellos trabajos basados más en la
cooperación. Por todo ello, no parece descabellado pensar que los hombres, en
general, van a desempeñar un mejor papel en ciertos puestos de trabajo que las
mujeres, y vice-versa por supuesto.
Por
lo tanto, durante todo el tiempo que estuvieran aplicándose esas cuotas de
género, mientras se va eliminando progresivamente el patriarcado, se estaría
generando una asignación de los recursos (en este caso, el factor trabajo)
sub-óptimo y, por consiguiente, no deseable.
No
obstante lo dicho, no hay que olvidar que, afortunadamente, el determinismo
biológico no condiciona nuestras vidas de forma absoluta, sino que se trata de
tendencias que en unos casos pueden tener más influencia que en otros. Pero el negar
esta tendencia natural puede tener graves consecuencias para nuestra sociedad.
Fuentes:
The economist (2010). Homo administrans.
0 Comentarios