¿Son las crisis necesarias?

 

Las crisis económicas se tienden a presentar a la opinión pública como situaciones indeseables ya que se suele producir un alto nivel de desempleo y esto, naturalmente, haría aumentar la pobreza y el desamparo. Pocos economistas negarán el grave problema que supone para un país tener una gran bolsa de desempleados.

Ahora bien, ciertas corrientes de pensamiento económico consideran que lo que solemos denominar “crisis económicas” no son más que procesos de reestructuración de la economía, de la sociedad en su conjunto.

En este mismo sentido, la Escuela Austriaca de economía señala que las crisis son procesos necesarios por los que se debe pasar para poder eliminar todas aquellas inversiones no rentables que se produjeron, normalmente, a consecuencia de la manipulación monetaria (esto es, unos tipos de interés excesivamente bajos). Yo añadiría que se trata de redirigir los recursos económicos hacia allí donde se hubieran dirigido de no haber habido esa manipulación en los tipos de interés y demás políticas que lo único que provocaron fue una asignación de los recursos ineficiente y, por tanto, no sostenible en el medio/largo plazo.

Veamos el ejemplo de la burbuja inmobiliaria en España, de principios de los 2000 hasta 2007. Durante dicho periodo, el número de empleados en el sector de la construcción se elevó a más del doble, pasando de aproximadamente 1 millón a más de 2 millones. Hacia finales del 2007 el precio de la vivienda, como consecuencia de una menor demanda que ya venía de unos meses atrás, cayó hasta un tercio de su valor. Ante estos datos, había economistas que entendían que el nivel de empleo en este sector era exagerado para la demanda actual de vivienda en 2008 y los próximos años. Por consiguiente, estimaban que era posible que se perdieran un millón de puestos de trabajo solo en ese sector, por el simple hecho de que la economía (y más en concreto, el sector inmobiliario) se debía reestructurar. Así pues, todos estos desempleados, más otros de diferentes sectores cercanos al de la construcción, deberían de reasignarse a aquellos otros sectores donde realmente se les necesitara.

Ahora bien ¿dónde se necesitan todos esos factores productivos? Siguiendo con la misma corriente de pensamiento, es tarea de los empresarios descubrir vías de negocio sostenibles en las que emplear esos recursos; desde luego no corresponde al Estado hacerlo. La principal razón, aunque no la única, es que nadie dispone de la información necesaria para prever el futuro, esto es, la cuestión de si esos negocios serán rentables en los siguientes años. Así, entre un grupo de planificadores centrales y un ejército de empresarios son estos últimos los que tienen más probabilidades de acertar en sus decisiones, aunque sea por el simple hecho de que son muchos y, por tanto, será más fácil que alguno acierte.

Así pues, podemos concluir asumiendo que el papel del Estado no es evitar ni retardar esa reasignación de recursos sino intentar agilizar la estructura económica del país para que dicha reestructuración se dé lo antes posible.

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