Son el reverendo Thomas Robert Malthus y sus teorías de la sobrepoblación, propuestas en su An Essay on the Principle of Population (1798), a quienes debemos el calificativo, atribuido a la economía, de ciencia lúgubre.
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De izquierda a derecha, Robert Thomas Malthus y Nassau William Senior |
En este ensayo, el reverendo expone su teoría de la
sobrepoblación basada en dos supuestos muy básicos: (1) la población aumenta en
progresión geométrica (1, 2, 4, 8…), (2) mientras que los alimentos necesarios
para sustentar dicha población lo hacen en progresión geométrica (1, 2, 3, 4…).
Con estas hipótesis, Malthus no venía tanto a predecir una sobrepoblación como
a exponer que la humanidad viviría ciclos de progreso y retroceso en la calidad
de vida.
La cuestión puede resumirse en que habría épocas en
que la población crecería por encima de sus capacidades de subsistencia, para
dejar paso, a continuación, a periodos en que dicha población se sumiría en la
más absoluta miseria que desembocaría en una disminución de la población a aquel
nivel en que fuera compatible con la subsistencia alimenticia. En este mismo
sentido, la teoría malthusiana de la población ayudó a afianzar la conocida
como ley de hierro de los salarios, según la cual éstos tenderán siempre a un
nivel de subsistencia sin posibilidad de aumentar mucho más allá de lo
necesario para mantener a la prole.
Uno podría decir que estas teorías fueron ciertas
tan solo durante un lapso de tiempo: desde el inicio de la humanidad, hasta la
publicación de la obra en cuestión. Durante este largo periodo, la raza humana
se vería atrapada en la célebre trampa malthusiana, de salida realmente
complicada.
No obstante, fue en el siglo XIX cuando los dos
supuestos enumerados por Malthus dejaron de cumplirse. A partir de entonces,
nuevos procesos productivos revolucionaron totalmente el sistema agrícola
permitiendo que la alimentación llegase a capas más extensas de la población.
Por otra parte, en las regiones más ricas, las jóvenes parejas empezaron a
posponer la decisión de tener descendencia a edades más avanzadas o decidieron
tener menos hijos.
Cabe señalar que, a pesar de la gigantesca
influencia malthusiana en muchos economistas clásicos, hubo uno que ya puso en
tela de juicio los oscuros augurios del reverendo. Fue Nassau W. Senior quien,
en su Two Lectures on Population
(1829), principalmente la segunda, ya cuestionó la validez de esos dos
supuestos: por una parte (1) Senior critica que sea inevitable que la humanidad
haya de padecer miserias para controlar su población; más bien, señala que será
la prudencia voluntaria, no impuesta, de las gentes lo que hará disminuir esa
tasa de reproducción geométrica; y, por otra, (2) también expone como en las
sociedades ricas, los medios de subsistencia crecen a un ritmo mayor que el
aritmético, superando al de la población incluso, y mejorando el bienestar
social. Y, ciertamente, así ocurrió a partir de entonces.
A pesar de todo, conveniente resaltar la
limitadísima rigurosidad que mostró Malthus al formular sus hipótesis. La
primera, la basó en la experiencia de los recién nacidos Estados Unidos de
América, que duplicó su población en 25 años. Con este dato en mente, el
reverendo cree oportuno aplicarlo como regla general a todo tipo de
poblaciones, sin tener en cuenta otras características propias de cada lugar.
Otro tanto pasa con el supuesto alimenticio. Así, si ya resulta extremadamente
complicado que las predicciones se cumplan (hay quien dice que, de hecho, están
para no cumplirse), no digamos ya cuando se basan en tan pobres supuestos.
Sin embargo, y a pesar de todo lo dicho, el
reverendo tuvo una enorme influencia en la sociedad de su época; y la sigue
teniendo, gracias a las cuantiosas ediciones de su obra. Sus teorías, que venían
a negar toda capacidad de raciocinio al conjunto de la humanidad, abrieron la
puerta a numerosas propuestas de ingeniería social de graves consecuencias.
Por el contrario, la historia relegó al olvido a uno
de los pocos economistas que cuestionó esas teorías, no solo con ideas bien
argumentadas, sino con datos y la experiencia vivida en ciertos países a
principios del siglo XIX. Quizás ya sea hora de empezar a reivindicar la
importancia de este economista olvidado.
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