¿A quién beneficia la PAC? ¿A quién perjudica?

 

Uno de los mayores riesgos de la política de redistribución de rentas es que se perpetúe en el tiempo un privilegio para un colectivo en concreto sin que haya la más mínima opción de revisarlo. Esto es así ya que el coste de dicha subvención se reparte entre el conjunto de la sociedad, diluyéndose e incluso enmascarándose; mientras, el beneficio irá a un grupo de interés muy particular que defenderá con uñas y dientes ese privilegio que se le otorgó. Así, es de suma importancia evaluar quién se beneficia más y quien sale peor parado con este tipo de políticas. Veamos el ejemplo de la Política Agrícola Común de la UE (aunque este análisis se pueda extrapolar a cualquier otro mecanismo de ayudas a la agricultura de los países de la OCDE).

En primer lugar, tratándose de ayudas de una cantidad considerable, el grueso de los contribuyentes tiene que soportar una gran cantidad de impuestos. Una de las vías más importantes para conseguir ingresos de cualquier país es el IVA, impuesto en el que los pobres salen especialmente perjudicados debido a que, al consumir casi la totalidad de sus ingresos en consumo, la contribución a este impuesto es mayor, proporcionalmente, que la que podría ser para contribuyentes con un mayor nivel de renta (en el que no se consuma una alta proporción de la renta).

En segundo lugar, los contribuyentes son golpeados por unos precios más elevados en los productos alimenticios. Recordemos que estas ayudas permiten, en muchos casos, que empresas agrícolas extranjeras no puedan introducir sus productos más baratos en el país que otorga subvenciones. Así, de nuevo, los pobres vuelven a ser el grupo de la población más perjudicado ya que es el que gasta una mayor proporción de su renta en alimentos.

En tercer lugar, cabe preguntarse ¿a dónde van esas ayudas? Indudablemente, van a parar a agricultores. Ahora bien, el hecho de que un alto porcentaje de estas ayudas se dirijan a grandes terratenientes hace que algunos economistas las califiquen como un mecanismo oscuro y diabólico de redistribución de renta de pobres a ricos dentro de un mismo país.

Sin embargo, hasta ahora solo hemos analizado el impacto de estas ayudas en el mismo país donde se otorgan. Además de estos efectos, estas políticas, al impedir la libre competencia entre países por los productos agrícolas, imponen costes a los países en desarrollo ya que deberán de abaratar aún más sus productos para poder introducirlos en los países desarrollados. En consecuencia, los productores y exportadores de productos agrícolas ven fuertemente reducida su renta, al no poder optar por esos nuevos mercados. Es más, si también tenemos en cuenta que los países en desarrollo más pobres suelen tener una mayor proporción de su PIB destinado a la producción y exportación de productos agrícolas, queda patente que son los países más pobres los que salen más perjudicados.

En definitiva, se trata de un sistema de ayudas que, lejos de beneficiar a los pobres, acaba mejorando la situación de los más pudientes en detrimento de los más desfavorecidos, tanto de los países desarrollados como en desarrollo.


Fuentes:

De la Dehesa, Guillermo (2003). Globalización, desigualdad y pobreza (páginas 178 y ss.).

Publicar un comentario

0 Comentarios