Muy al contrario de lo que pueda creer mucha gente,
la General Theory (1936) de Keynes no
trata de los ciclos económicos; al menos no de forma exclusiva. Su lectura gana
en profundidad si se aborda desde una perspectiva de largo plazo. En esencia lo
que presenta Keynes es un futuro lúgubre para las economías más desarrolladas
que no conseguirán el pleno empleo. Es, en sus propias palabras, la paradoja de
la pobreza en medio de la abundancia. Veámoslo brevemente.
Definamos primero la demanda agregada keynesiana.
Para el economista británico, esta demanda estaría formada por la suma del
consumo y la inversión, y juntos determinarían el nivel de ocupación.
El fundamento básico de la teoría de Keynes es la
denominada ley psicológica fundamental del consumo o, de forma más técnica, la
propensión marginal al consumo decreciente. Ésta nos dice que, a medida que
aumenta el ingreso, tanto de los individuos como de las sociedades, la cantidad
de éste dedicado al consumo irá disminuyendo. Es decir, cuanto más rico seamos,
dedicaremos una porción menor de nuestra renta al consumo. Así pues, debería
ser la inversión la encargada de llenar ese “hueco” que antes ocupaba el consumo
en la demanda agregada.
Sin embargo, a medida que las sociedades estén más
desarrolladas, es de esperar que haya una mayor abundancia de capital. Esta
mayor cantidad de capital hará bajar, siempre según el británico, la eficiencia
marginal de este factor; lo que provocará, a su vez, que muchas oportunidades
de inversión no resulten rentables, a no ser que esa bajada de la eficiencia
marginal del capital vaya acompañada de una disminución del tipo de interés. Aun
así, quedaría el problema que se daría cuando el tipo de interés no puede bajar
más: la trampa de la liquidez.
Es en este preciso momento cuando, de acuerdo con
Keynes, el Gobierno debería intervenir endeudándose para aumentar el gasto
público y, así, volver a recuperar el pleno empleo.
Si se mira desde esta perspectiva a largo plazo,
todo parece indicar que muchas de sus predicciones no se han cumplido. El
consumo sigue representado una gran proporción de la renta de los países más
desarrollados y, por otra parte, no parece que el capital haya demostrado tener
esa eficiencia marginal decreciente. Muy al contrario, y aquí Keynes sí debiera
haberse apartado de los clásicos a los que tanto critica, el capital, en
ciertos ámbitos, puede mostrar sinergias llevando a una eficiencia marginal
creciente.
A pesar de todos sus fallos o errores de teoría, debe señalarse que la General Theory marcó un antes y un después en el paradigma económico. En cierto sentido, se podría decir que el keynesianismo se trata del malthusianismo del siglo XX; el control de la natalidad es sustituido por el control de la demanda agregada. Dicho control sería enseñado como política económica fundamental, sin apenas críticas, hasta bien entrados los 70s.
No obstante, algunos economistas apuntan que el propio Keynes matizó considerablemente las conclusiones expuestas en su obra de 1936. Estos autores citan su ultimo artículo The balance of payments of the United States, publicado en junio de 1946 (dos meses después de su prematura muerte) como un ejemplo de esa matización o autocorrección. Quizás resulte revelador citar algunas frases de Keynes en dicho artículo:
“I find myself moved, not for the first time, to remind contemporary economists that the classical teaching embodied some permanent truths of great significance, which are liable to-day to overlook because we associate them with other doctrines which we cannot now accept without much qualification. There are in these matters deep undercurrents at work, natural forces, one can call them, or even the invisible hand, which are operating towards equilibrium”.
Llegando a recordar, un poco más adelante,
una cita suya en la House of Lords británica: “Here is an attempt to use what we have learnt from modern experience
and modern analysis, not to defeat, but to implement the wisdom of Adam Smith”.
Quizás sea una exageración el afirmar que Keynes
renunció a todas sus ideas críticas con la tradición clásica. No lo es, por el
contrario, decir que los diez años desde la publicación de la General Theory hasta su muerte, parece
tiempo suficiente como para que el británico se replantease algunas de sus posiciones más rupturistas. Quién sabe si, de haber vivido unos años más,
hubiese continuado por esa senda de autocrítica o se hubiera reafirmado en sus postulados intervencionistas.
Fuentes:
Keynes, J. M. (1936). General Theory of Employment, Interest and Money.
Keynes, J. M. (1946). The Balance of Payments of the United States. (pdf)
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