La importancia de las expectativas (I)

 

El principal punto de este artículo es que el Estado, para poder intervenir eficazmente en la economía mediante la política monetaria y la fiscal, debe de saber cómo manejar las expectativas de los agentes económicos, incluso llegando al punto de engañarles burdamente. Aun así, hay que tener presente las enseñanzas de las rational expectations, a saber, que se puede engañar una o varias veces a los agentes económicos, pero tarde o temprano se dan cuenta y ajustarán sus expectativas. Veámoslo en ejemplos.

Hablemos primero de la política monetaria, esto es, la capacidad de que disponen los Bancos Centrales para influir en el nivel general de precios o los tipos de interés a corto plazo. Como ya tuvimos ocasión de ver en otro artículo (¿Puede la inflación generar empleo?), la única inflación capaz de generar empleo es la inesperada por los agentes económicos; así y todo, una vez los trabajadores se dan cuenta de que están perdiendo poder adquisitivo a causa de esa mayor inflación, reclamarán subidas salariales por el mismo monto en que esperan que aumente la inflación, quedando el nuevo aumento general de precios incapacitado para generar empleo.

Por otra parte, está la cuestión de los tipos de interés. Cuando el BC los baja, lo que espera en última instancia es que los bancos comerciales puedan otorgar más crédito a empresas y hogares a menores tipos. Si éstos estuvieran al 10%, pocas empresas u hogares demandarían prestamos por ese valor, ya que requerirían una rentabilidad de sus inversiones de, por lo menos, el 10%; en cambio, si los tipos de interés se encuentran en el 1 o 2%, las empresas tenderán más a endeudarse para llevar a cabo sus inversiones. Esta sería la manera tradicional para estimular la demanda de la economía incrementando la inversión.

Ahora bien, en situaciones de crisis financieras en que el sector privado está fuertemente endeudado, aunque el BC baje mucho los tipos de interés, puede pasar que no se otorguen tantos préstamos como se había previsto: o bien, debido a una situación de incertidumbre en la que los bancos no son capaces de discernir qué vías de negocios son rentables y sostenibles, o porque las mismas empresas y hogares están tan endeudados que prefieren ahorrar para desapalancarse, esto es, devolver todas aquellas deudas que habían contraído antes de la crisis.

Así, también como en el caso de la inflación, los agentes económicos, en ocasiones, no se dejan llevar fácilmente por una bajada de tipos de interés. Se puede llevar el caballo al río, pero no se le puede obligar a beber. Es, además, necesario que se den las condiciones propicias para la inversión. Continuar leyendo.

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